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Pa' que me hace falta - José Larralde

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Las mejores frases y canciones de José Larralde . Pa' qué me hace falta, contar mis pesares si al bardo la vida me jugo de zurda, si yo ya sabía que pa' la cinchada, ni mancao de arriba, zafaba ni en curda. Pa' qué me hace falta, masticar el freno, si al fin se termina de cabeza gacha, soportando el peso de toda una vida, garroneando el sueño de cortar la racha. Pa' qué me hace falta comprar la esperanza, que muestra de oferta, la figura flaca, del escaparate remendao, cachuzo, si el que te la vende te aprieta y te atraca. Pa' qué me hace falta un chapiao de plata, si no tengo un burro pa' ensillar mañana y aunque me regalen el mejor caballo, ni me queda tiempo, ni me quedan ganas. Ya ni me hace falta, rumbiarlo al destino, si ya ni siquiera rumbeo la mirada, y aunque pase noches observando el cielo, aunque vea luces, se me aciega el alma. Ni falta que me hace, lo que me hace falta, ya ni me recuerdo pa' que nace e

Monstruos - Mario Benedetti

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La frase de la imagen pertenece a Rafael Alberti . Qué vergüenza carezco de monstruos interiores no fumo en pipa frente al horizonte en todo caso creo que mis huesos son importantes para mí y mi sombra los sábados de noche me lleno de coraje mi nariz que vergüenza no es como la de Goethe no puedo arrepentirme de mi melancolía y olvido casi siempre que el suicidio es gratuito qué vergüenza me encantan las mujeres sobre todo si son consecuentes y flacas y no confunden sed con paroxismo qué vergüenza dios mío no me gusta Ionesco sin embargo estoy falto de monstruos interiores quisiera prometer como dios manda y vacilar como la gente en prosa qué vergüenza en las tardes qué vergüenza en las tardes más oscuras de invierno me gusta acomodarme en la ventana ver cómo la llovizna corre a mis acreedores y ponerme a esperar o quizás a esperarte tal como si la muerte fuera una falsa alarma. Mario Benedetti

El regreso II - Eduardo Galeano

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Los mejores relatos y frases del libro " La canción de nosotros " de Eduardo Galeano . "(...) -No entiendo por qué volviste.  Y retira la mano. La mano de Mariano queda sola sobre la mesa, con la palma vuelta hacia arriba. Tiene la línea de la vida larga pero muy tajeada.  -No entiendo. Me habías dicho: "No nos vamos a ver más. Somos libres". Yo me quedé muda mirándote la espalda y te perdiste en la esquina de la estación. ¿Qué esperabas? ¿Que te corriera atrás? ¿Que te llamara a gritos? ¿Para qué quería yo esa libertad que me regalabas? ¿Para qué la quería?  (Mariano escuchaba los ecos de sus propios pasos y llevaba la cabeza vacía por dolorosa victoria de la voluntad, pero al llegar a la estación del ferrocarril se le metió por los oídos el estrépito de la máquina aproximándose, y entonces supo que desde ahora le harían falta los navegantes misteriosos que tan a menudo se perdían, por puro gusto, en los desfiladeros d